Apunts

textos aliens

Quantes paraules s'han dit només per omplir els buits del silenci, quantes paraules es diuen sense tenir res a dir i per pura obligació?

Per tal de dissimular la feblesa de la nostra memòria, per amagar els errors del nostre pensament, per fingir la capacitat del nostre llenguatge, per allunyar la nostra ment de la idea de la mort.

Paraules com castells. La nostra raó no gosa caminar lliure enllà de la muralla, i s'aixopluga en paraules com castells.

Però, paraula rere paraula, les paraules han deixat de ser mots per convertir-se en soroll.

Soroll de paraules, caient sense pausa com la pluja als països humits, amarant-ho tot, marcint el món.

Paraules de pluja, aquí i allà, cobrint la pedra de molsa, escurçant la vida de les plantes, esquivant els sentits precisos, podrint la fusta, esquerdant els sentiments, proporcionant-nos idees amb data de caducitat.

Imagina't que cada paraula sobrera ens va mullant una mica.

Quant de temps hauríem de callar fins a quedar eixuts per poder compensar totes les paraules dites de més?

Amb tot, necessitem les paraules com l'aire. Per fornir la nostra memòria, per defensar la validesa del nostre raonament, per enorgullir-nos de la capacitat del llenguatge, per arribar a creure en la transcendència de les nostres coses.

Ens calen paraules-paraigua. I paraules per a la vida. Que en serà, d'ardu, el silenci fins que no jaguem i deixem emblanquir els nostres ossos.

Suéltate el miedo y déjate crecer la vida. Recuerda que en tu hambre mandas tú. Recuerda que solo a ti te perteneces y que el mundo es tu casa. Que el dolor del otro, a ti te ha de doler porque, si no es así, tú también estás muerto. Levántate tantas veces como te llame la vida, tantas como te palpite el corazón de los invisibles. Recuerda que los brazos sostienen, abrazan. Cuando dudes cuál es tu revolución pregunta a los que nadie escucha. Cuando quieras saber a qué has venido al mundo y adónde debes ir, coge su mano y déjate llevar a su terreno. Solo ahí te reconocerás, soltarás tus miedos y te dejarás crecer la vida. Porque solo la vida puedes perder y esta es la única certeza que puede hacernos fuertes.

En nuestra cultura hay un profundo descubrimiento de la falta de fundamento: en las ciencias, las humanidades, la sociedad y en las certidumbres de la vida cotidiana. Casi todos ven esto como algo negativo, desde los profetas de nuestros tiempos hasta la gente común y corriente que procura hallar sentido en la vida. Tomar la falta de fundamento como negativa, como una pérdida, conduce a una sensación de alienación, desesperación, desánimo y nihilismo. La cura que se suele proponer en nuestra cultura es el hallazgo de un nuevo fundamento (o un retorno a viejos fundamentos). La tradición del mindfulness [presencia plena] / awareness [conciencia abierta] señala el camino hacia una resolución muy diferente. El budismo nos muestra que cuando la falta de fundamento se abraza y se sigue hasta sus últimas consecuencias, el resultado es una sensación incondicional de bondad intrínseca que se manifiesta en el mundo como compasión espontánea. Creemos, pues, que la solución para esta sensación de alienación nihilista de nuestra cultura no consiste en hallar un nuevo fundamento, sino en hallar un medio disciplinado y genuino para afrontar la falta de fundamento […] hasta el punto en que ya no necesitemos ni deseemos cimientos, y así podamos realizar la tarea de construir y habitar mundos sin fundamento.

Que sigui vespre o nit o matinada, que siguin carrerons sense fanals, que sigui un descampat de fora vila, que hi hagi cotxes grisos aparcats, que tornis d'on et roti perquè ets lliure, que vagis cap on sigui que tu vas, que duguis un vestit o una bufanda i aquell perfum (o no) que t'has triat, que siguis nena o jove o ja madura, que tot això no resulti important, que puguis 'nar pel món tot fent la teva i ho puguis fer portant el cap ben alt, que mai ningú no et marqui pas els passos, que allò més fosc es torni lila clar.

Quan era jove, en Nasreddín travessava cada dia la frontera amb les alforges de l'ase ben carregades de palla. Es dedicava al contraban, i quan arribava a la duana, la primera cosa que feia era confessar-ho:

—Em dic Nasreddín i soc contrabandista.

Els guàrdies l'escorcollaven una vegada i una altra. Li comprovaven la roba que duia posada i la càrrega: li enfonsaven la baioneta a la palla i, fins i tot, havien arribat a cremar-la per veure si hi portava alguna cosa amagada. Però mai no hi trobaven res.

Entretant, la riquesa d'en Nasreddín no parava d'augmentar. Quan a la fi es va convertir en mul·là, el van destinar a un poblet allunyat i va abandonar per sempre més el contraban.

Un dia, en aquell lloc remot va trobar un dels duaners de la seva joventut. L'home no va poder resistir la temptació de preguntar-li:

—Ara m'ho pots dir, Nasreddín: què passaves de contraban que mai no ho vam poder descobrir? —Ases —va respondre.

[Texto introductorio de la obra de teatro “LORCA eran todos” dirigida por Pepe Rubianes].

Federico García Lorca siempre ha ejercido sobre mí un embrujo fascinante. Su vida, su obra y hasta su muerte, que me impresionó sobremanera, han marcado en cierta forma mi afición literaria.

La primera noción lorquiana la tuve en el colegio, allá por los 50 cuando nuestra profesora, doña María, nos enseñó una foto del poeta enmarcada como premio por habernos portado bien en clase. Primero pensé que era un futbolista, un torero o un cantante famoso, pero no: era un poeta. ¡Y no era muy normal que como premio, nos enseñaran una foto de un poeta al que nadie conocía y ni aunque fuera conocido nos hubiera interesado mucho! Nos quedamos indiferentes. Pensamos que la profesora estaba chalada y, es más, el profesor de FEN nos dijo que todos los poetas eran maricones y si lo decía este profesor era verdad, pues el tipo era un sabio dado que tenía dos carreras: Formación del Espíritu Nacional y Gimnasia. Además Lorca, había desaparecido en la guerra, o sea que huyó, claro, porque si era maricón era un cobarde, dado que para ser héroe tenías que ser muy machote.

Después me enteré que había sido “rojo”. O sea, que tenía todos los números para que le fuera mal en la vida y se hablaba de él en voz baja porque daba vergüenza. En el libro se hacía sobre él una pequeña reseña biográfica y de sus obras y al final ponía que en el año 36, “muere”. Ese “muere” me llenó de incógnitas. ¿Cómo muere un cobarde? Nadie sabía cómo había muerto lo cual despertó aún más mi interés. ¿En la trinchera, en el campo de batalla o huyendo por los montes como cobarde que era?

Pasados muchos años, gracias a la Universidad y a la toma de conciencia que en aquellos años significaban sus aulas y a la aparición clandestina del libro de Ian Gibson, me enteré de lo que había pasado con el gran poeta y con muchos miles de españoles demócratas que siguieron su misma senda. La vergüenza, el horror y el asco que sentí ante los responsables de aquella masacre que significó la dictadura franquista hicieron cambiar mi vida y tomar parte activa en la oposición a Franco y a todos los que aquel psicópata y su gentuza significaban.

Dicen que lo mejor es olvidar, lo dicen claro los que más le interesa que se olvide (los herederos de los causantes de aquel horror histórico), pero si se olvidan las cosas, ¡no les quepa la menor duda de que se pueden volver a repetir!

Este trabajo es un homenaje a Agustín Penón, Ian Gibson, Molina Fajardo y a todos los que han trabajado en la investigación del final del poeta que fue también el final de una España democrática que un grupo de canallas en el nombre de su Dios y del dinero mandaron a la muerte. También es un homenaje a ese gran grupo de personas que andan buscando, con mínima ayuda, los restos de sus parientes en fosas comunes a todo lo largo y ancho de las carreteras y montes del país, porque Lorca... eran todos.

Cuando se piensa en algo como la muerte, tras la cual (mientras no haya pruebas que demuestran lo contrario) podemos extinguirnos como la llama de una vela, probablemente no importa si nos esforzamos demasiado, si a veces somos extravagantes, si nos preocupamos en exceso, si somos demasiado curiosos sobre la naturaleza, o demasiado abiertos a la experiencia, o disfrutamos de un gasto sin pausas de los sentidos en el esfuerzo por conocer la vida íntima y amorosamente. Probablemente no importa si, cuando tratamos de ser modestos y ávidos observadores de los muchos espectáculos de la vida, a veces parecemos torpes o nos ensuciamos o hacemos preguntas estúpidas o revelamos nuestra ignorancia o decimos lo que no debemos o nos encendemos de placer como los niños que somos.

La Mort es dirigia aquell matí cap a una ciutat quan un home li va preguntar:

—Què hi faràs? —Me n'enduré cent persones —va respondre amb la seva veu greu i pausada. —Això és horrorós! —va fer l'home. —Així ha de ser —li va etzibar la Mort—. Això és el que faig jo.

L'home va córrer a avisar tothom dels plans de la Parca.

Va passar el dia i va arribar la nit. El mateix home va trobar altra cop la Mort.

—M'has dit que te n'enduries cent persones! Per què han estat mil?

La Mort, assossegada com sempre, va respondre:

—Jo he complert la meva paraula. Només me n'he endut cent. La Por se n'ha endut la resta.

El famós soldat Noda havia lluitat en moltes i cruentes batalles. Estava fastiguejat de la guerra, deprimit i havia perdut la fe. Per buscar un nou sentit a la vida, va anar a visitar el mestre Riokan.

Quan el va tenir davant, li va preguntar:

—Existeix realment un cel i un infern? —Qui ets tu? —li va preguntar el mestre amb gest despectiu. —Soc un samurai —va respondre Noda. —Tu? Un guerrer? —va exclamar Riokan—. Quina mena de governant donaria feina a un pobre diable com tu?

Noda va enrogir de fúria i va moure la mà cap a l'espasa. Riokan, impassible, va continuar parlant:

—Portes un arma? Segur que ni tan sols la saps fer anar. Val més que la venguis i, amb el que te'n donin, et compris una arada.

El soldat va fer un salt enrere per treure l'espasa de la beina. Tenia el rostre realment encès de la ira. Suava i semblava que els ulls li havien de sortir de les òrbites. Ningú no gosava parlar així a un samurai.

Just llavors, Riokan, somrient, li va dir:

—Mira: ara s'han obert les portes de l'infern!

El samurai va canviar de cara. Havia entès de cop les paraules del mestre. Avergonyit, va embeinar l'espasa i va fer una reverència en senyal de respecte.

—I mira, amic meu: ara s'obren les portes del cel —va concloure Riokan.

A veces las personas nos rompemos. Y no pasa nada. Está bien. La debilidad está permitida, que no te engañen. Porque a veces nos rompemos y ya está.

Te levantas y, al abrir los ojos, sin saber por qué, antes incluso de que el mundo te toque la piel, lo sabes: va a ser un día de mierda. Porque arrastras dolores, porque no siempre te piensas bonito, porque todo te parece una mierda, y ya está. Cualquier excusa es buena. Pones los pies en el suelo sin necesidad de mirar si es el derecho o el izquierdo porque, total, ya lo has decidido: va a ser un mal día.

Así que te rompes y te quitas la piel que te sirve de coraza, la que te duele, la que no vale para nada y, al volver a montarte, ya no eres la misma persona.