[Texto introductorio de la obra de teatro “LORCA eran todos” dirigida por Pepe Rubianes].
Federico García Lorca siempre ha ejercido sobre mí un embrujo fascinante. Su vida, su obra y hasta su muerte, que me impresionó sobremanera, han marcado en cierta forma mi afición literaria.
La primera noción lorquiana la tuve en el colegio, allá por los 50 cuando nuestra profesora, doña María, nos enseñó una foto del poeta enmarcada como premio por habernos portado bien en clase. Primero pensé que era un futbolista, un torero o un cantante famoso, pero no: era un poeta. ¡Y no era muy normal que como premio, nos enseñaran una foto de un poeta al que nadie conocía y ni aunque fuera conocido nos hubiera interesado mucho! Nos quedamos indiferentes. Pensamos que la profesora estaba chalada y, es más, el profesor de FEN nos dijo que todos los poetas eran maricones y si lo decía este profesor era verdad, pues el tipo era un sabio dado que tenía dos carreras: Formación del Espíritu Nacional y Gimnasia. Además Lorca, había desaparecido en la guerra, o sea que huyó, claro, porque si era maricón era un cobarde, dado que para ser héroe tenías que ser muy machote.
Después me enteré que había sido “rojo”. O sea, que tenía todos los números para que le fuera mal en la vida y se hablaba de él en voz baja porque daba vergüenza. En el libro se hacía sobre él una pequeña reseña biográfica y de sus obras y al final ponía que en el año 36, “muere”. Ese “muere” me llenó de incógnitas. ¿Cómo muere un cobarde? Nadie sabía cómo había muerto lo cual despertó aún más mi interés. ¿En la trinchera, en el campo de batalla o huyendo por los montes como cobarde que era?
Pasados muchos años, gracias a la Universidad y a la toma de conciencia que en aquellos años significaban sus aulas y a la aparición clandestina del libro de Ian Gibson, me enteré de lo que había pasado con el gran poeta y con muchos miles de españoles demócratas que siguieron su misma senda. La vergüenza, el horror y el asco que sentí ante los responsables de aquella masacre que significó la dictadura franquista hicieron cambiar mi vida y tomar parte activa en la oposición a Franco y a todos los que aquel psicópata y su gentuza significaban.
Dicen que lo mejor es olvidar, lo dicen claro los que más le interesa que se olvide (los herederos de los causantes de aquel horror histórico), pero si se olvidan las cosas, ¡no les quepa la menor duda de que se pueden volver a repetir!
Este trabajo es un homenaje a Agustín Penón, Ian Gibson, Molina Fajardo y a todos los que han trabajado en la investigación del final del poeta que fue también el final de una España democrática que un grupo de canallas en el nombre de su Dios y del dinero mandaron a la muerte. También es un homenaje a ese gran grupo de personas que andan buscando, con mínima ayuda, los restos de sus parientes en fosas comunes a todo lo largo y ancho de las carreteras y montes del país, porque Lorca... eran todos.