El colaboracionista [fragmento] —José Antonio Marina
En una democracia el ciudadano ejerce tres votos, al menos. El primero es el voto político, el que depositamos en las urnas durante las elecciones. El segundo es el económico. Cada vez que compramos un objeto, pudiendo comprar otro, o vemos un programa de televisión pudiendo ver otro, estamos diciendo: “Continúen produciendo esto, porque yo lo voy a consumir”. El tercer voto es el de la fama. Es importantísimo cuidar a quien se hace famoso, porque al hacerlo estamos proponiendo modelos para imitar.
Si premiamos a los sinvergüenzas, nos saldrán sinvergüenzas de debajo de las piedras. Hay formas sutiles de colaboracionismo. Por ejemplo, el escepticismo que lleva a la inacción. Es la actitud de quien parece estar de vuelta de todo sin haber ido a ningún sitio. Del que piensa que nada tiene solución y que es un despropósito intentar rebelarse. A estos dedicó Unamuno —en el prólogo de Vida de don Quijote y Sancho— un texto que enardeció mi adolescencia. Estaba recomendando la moral del caballero, la de quien sale a enderezar entuertos, y ante la protesta del escéptico que asegura que no hay nada que hacer, le da un puro consejo para arreglar el mundo. “¿Tropezáis con uno que miente? Gritarle ¡mentira! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle ¡ladrón! Y ¡adelante!”. Ante la objeción del que dice que a pesar de ello no se borrarán la mentira ni el latrocinio, responde airado: “¿Quién ha dicho que no? La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero, porque no por eso la majadería disminuirá en el mundo”. Respecto de este texto, continúo siendo el adolescente que fui, porque me sigue conmoviendo.