La hormiga

—José María Caneda

Conocerán el chiste, si no conocen a la hormiga. Esto es una hormiga que se pone a cruzar la vía del tren. ¿Que para qué? Y yo qué sé. Para llegar al otro lado, como la gallina de la carretera. Pero estoy aventurando. Lo que tengo seguro, aproximadamente, es que la hormiga cruza la vía y al subirse al segundo raíl se le engancha una pata, desconocemos dónde, desconocemos por qué, si porque hay un cambio de agujas, porque alguien anda rociando las vías del mundo con loctite por alguna experiencia traumática en el Bachillerato o porque le da la gana al señor que cuenta el cuento, en este caso yo, ya saben más o menos cómo funcionan los chistes, lo arbitrarios que son, lo ventajistas. El caso es que la hormiga está atrapada por una pata y no puede soltarse y viene el tren, lo que hace que le entre cierta prisa por solucionar el asunto, como es lógico, pónganse por un momento en su lugar. En el de la hormiga. El tren se acerca y la pata no se suelta. El tren se acerca más y la hormiga pierde un poco los nervios. El tren ya está encima y la hormiga se rinde, se entrega, se deja ir: “Pues nada: que descarrile”.