La Herencia

José era el primer hijo de un matrimonio de inmigrantes polacos que llegaron a Buenos Aires cuatro años después de la Segunda Guerra Mundial. Durante un viaje que pareció interminable para todos, Elena dio a luz a su único hijo varón ayudada por el doctor Leopoldo Kowalski que viajaba entre los pasajeros de clase alta y acudió a cumplir con su tarea apenas un oficial se lo solicitó. Desde ese momento Elena, su esposo Lukas y Leopoldo no se separaron más, lo que llamó la atención, tanto a los pasajeros de arriba como a los de abajo. Al mes de la partida llegaron al puerto de Buenos Aires y Leopoldo se transformó en el padrino de José a pesar de que sus caminos ya no fueron los mismos.

Mi padrino se quedó en la ciudad de Buenos Aires mientras que mis padres y yo nos instalamos en un conventillo de Avellaneda. Los primeros años fueron difíciles para nosotros, mi padrino se hacía presente cada vez que la situación en mi familia era apremiante. Leopoldo nos mandaba provisiones una vez por mes para sorpresa de todos en el conventillo y enojo de mi padre. ¿Cómo sabía mi padrino que no teníamos mucho para comer? Recuerdo haberles preguntado y los dos me contestaron lo mismo: que yo era muy chico, que la historia era muy larga, que no me preocupe. Muchas veces mi madre se acercaba murmurando : “No te preocupes José, el tío está siempre atento a nuestras necesidades.” Y me daba un beso. Así fui creciendo con un padre albañil, una madre costurera y un padrino que aparecía mágicamente, por lo menos para mí. Mi madre quería dejar el conventillo y tener casa propia. Aunque los dos trabajaban duro y ella se quedaba cosiendo hasta la madrugada, pasaban los años y el sueño de la casa propia estaba cada vez más lejano; hasta que un día, cuando regresé de la escuela, encontré a mi madre hablando con mi padrino en la cocina. Hacía años que no lo veía,casi no lo conocí, me pareció más alto e imponente que antes, con traje y sombrero muy finos; un auto impresionante con chófer lo aguardaba en la puerta del conventillo (un hombre afortunado). Leopoldo estaba abrazando a mi madre mientras ella lloraba desconsoladamente. Me enojó mucho verlos así, solo atiné a preguntarle a ella porqué estaba tan triste, su respuesta fue que yo era muy chico, que no entendería, que me quedara tranquilo. Al poco tiempo, nos mudábamos a uno de los departamentos de mi padrino en la Avenida Caseros en la ciudad de Buenos Aires donde nació mi hermana Ivana. Mientras mi familia crecía, mi padre estaba inmerso en sus pensamientos, ya no escuchaba los partidos de football en la radio, no jugaba con mi hermanita, casi no hablaba con mi madre, cuando lo hacían, levantaba la voz y terminaban discutiendo Parecía que la culpaba de algo,yo, en cambio, le echaba la culpa a mi padrino, sin saber la razón. Terminé la escuela técnica y conseguí trabajo en una carpintería grande, mi padre a pesar de mis esfuerzos no parecía contento, como si todo lo importante se lograra por influencia de mi padrino. Mis padres volvieron a discutir, esta vez pude escuchar: -Seguís hablando con él, a pesar de todo,no tiene porque meterse, José es mi hijo,¿no? No sé que contestó mi madre, pero escuché una bofetada y abrí la puerta sin titubear, ella estaba llorando, enfrenté a mi padre, pero él, avergonzado, bajó la vista y se fue. Así, poco a poco el amor y la alegría en mi hogar se fueron apagando. Una vez escuché decir que si el rencor y la tristeza no se liberan, se enquistan en alguna parte de nuestro ser y terminan ocasionando una enfermedad.Ninguno de nuestros padres habló con nosotros sobre lo vivido durante la guerra. Quizás esa fue la causa o quizás no, pero mi padre falleció al poco tiempo que mi hermana cumplió quince años y esta vez que necesité a mi padrino, no apareció. Le pregunte por él a mi madre y me contó que había regresado a Europa hacía varios años y no pensaba regresar a la Argentina. -Al final no le interesábamos tanto-le contesté ofendido. Ella me miró a los ojos y contorno de indignación me dijo: -Tu padre y vos se quejaban de su ayuda, bueno, ahora, vas a tener que arreglártelas solo- Meses después, comencé a recibir cartas de Leopóldo que decidí no contestar y guardar en un cajón. Los años ´pasaron, mi madre vivió para ver a mi hermana casada y a los pocos meses, cuando regresé de la carpintería, la encontré sumergida en un sueño profundo del que ya no despertó. Entre sus manos tenía una foto vieja tomada el día en que llegamos al puerto de Buenos Aires. Mi madre me sostenía en sus brazos, a su derecha estaba Leopóldo y a su izquierda estaba mi padre. Permanecí mirándolos,buscando respuestas a tantas preguntas que en ese momento no me atrevía a poner en palabras. Cuando llegó mi hermana, nos abrazamos por un rato, y con voz temblorosa, como el niño que ya no era, le dije: -Solo nos queda Leopoldo. -No sé lo que decís. Yo no lo recuerdo, para mí no representa nada, vos compartiste más tiempo con él- No le contesté y fui al cajón para buscar el domicilio de Leopoldo y contarle lo que ocurrió. Pasaron meses sin recibir una respuesta hasta que un día llegó una carta de Alemania, escrita por un abogado que me solicitaba viajar a Berlín con el fín de escuchar el testamento de Hans Müller. conocido como Leopoldo Kowalski que había fallecido unos días atrás. Dentro del sobre encontré un pasaje para la semana siguiente,; el abogado señalaba que esa era una manera de demostrar que el doctor Müller no nos había olvidado. No entendía nada,¿cómo se relacionaron mis padres con él, por qué?¿Se habían conocido durante la guerra? Entonces, ¿mis padres me habían mentido? Todo era muy extraño,¿porqué dos polacos y un alemán continuaron esa relación por tantos años? ¡Cuántas preguntas se llevaron los tres! Me quedé paralizado. -Ivana, me parece que no voy aceptar ir a Berlin. -¿Por qué no? -¿Y si nuestros padres ayudaron a un Nazi? -¿Cómo, por qué? Mira, José, ya están todos muertos, no nos pueden contar nada. No sabemos qué pasó con ellos durante la guerra. Quizás el doctor Müller quería mucho a nuestra madre o a los dos. No lo sabemos. -¿Porqué incluirme en la herencia? ¿No tendrá descendencia? ¡Me muero si descubro que soy hijo de un Nazi! Nuestra madre no se habrá enamorado de un Nazi, ¿no? -Te lo vuelvo a decir, José, no tenemos idea de nada.Quizás te quería mucho. Según contaba mamá, vos naciste en el barco gracias a su intervención, los dos estuvieron muy enfermos durante el viaje. Ella sonaba muy agradecida, les salvó la vida-

La conversación entre los hermanos se extendió por unos minutos más, ella terminó convenciéndolo. Quizás encontrara respuestas o quizás no,pero la única manera de saberlo era viajando.

MONICA CABALLO 7/12 /24