Traté de hacer de mi vida una gema perfectamente cortada

Hay algo que se anuncia en la noche en que las lágrimas rompen olas cuando las cuerdas de la garganta se arrastran por el eter de una habitación que huele a desgaste y humo.

Siendo niño mi madre me obligaba a obtener las mejores notas. decía que un 10 me hacía ver más hermoso de lo que ya era; que eso era lo que ella esperaba de mí. siempre el diezmo que pagaba a mi madre por su amor atolondrado. su amor a veces venía y a veces era difuso. Algunas veces estaba y otras veces se ensimismaba en su propia soledad.

Mi primera gastritis nerviosa vino a los 10 años. confundí el dolor en la boca del estómago con desgaste de insulina y me comí un pastel de chocolate en 10 minutos o menos, quizá más. jadeante recurrí a mi madre quien me llevó al médico: “eso que tienes no es hambre, chamaco. lo que tienes es una gastritis nerviosa. ¿algo que te someta a mucho estrés?” y yo miré a mi madre de reojo sabiendo que era ella, siempre ella la causante de todo mi estrés. “nada”, le dije al doctor.

10 años más tarde lidiaba con ataques de pańico constantes en la madrugada. sentía el aire de mis pulmones evaporarse y la carne se sentía débil, la cordura apunto de abandonar mi cuerpo y los hormigueos que anunciaban mi muerte. tanto tiempo viviendo bajo el mismo techo que mi madre me habían hecho temeroso de todo. tanta presión por ser esa entidad perfecta, un modelo a seguir...

la rebeldía propia de la adolescencia me llevó a alejarme de lo que mi madre esperaba de mí. a regañadientes tuvo que aceptar que su hijo quería dedicarse a las humanidades, que la mayor parte del tiempo era un desalineado y que ya no acataba sus consejos maternales. ardides, conflictos, regaños y amenazas.

otros 10 años más tarde salí de casa, al mundo real. ese mundo peligroso en donde ya no hay a quien culpar fuera de sí mismo. el terror de ser esa gema perfectamente cortada me llevó a enfrascarme en un trabajo y exigirme todo de mí. comprometido 24 7 con la causa, con la lucha por un mundo mejor: pero el silencio es cómplice de sí mismo y el terror a decepcionar a la madre sigue latente. cuestionar a la autoridad, eso sí que no: ellxs son los que saben y uno debe permanecer callado, siempre.

10 meses me tomó darme cuenta que mi salud física, mental, emocional estaba por acabar con todo lo que era preciado para mí. mi individualidad se fusionaba con los imperativos de la estructura. caminando a ciegas no dejaba de aferrarme a la supuesta perfección, al miedo al error y a la humillación social de no ser lo suficientemente bueno.

un buen día llegó una pandemia. y cuando regresé a mí mismo me di cuenta que no tenía idea de que era aquello que me causaba placer, goce, que era aquello que yo realmente deseaba. mi madre era la que deseaba que yo fuese alguien importante: un niño de dieces siempre en el cuadro de honor. el niño que yo era sólo ambicionaba jugar, ser creativo, disfrutar de las amistades y conocer cosas nuevas por el placer de conocerlas, no de responder un examen.

termina la pandemia, termina mi contrato laboral, termina la beca y la maestría y con todo ello termina la farsa. no más perfección. hora de elegir la vida. ¿pero qué es eso? 10 meses la pasé llorando, bebiendo, perdido y sin rumbo. un buen día mi cuerpo tomó una decisión: regresar a lo básico: cuando camines sólo camina, cuando respires sólo respira, cuando comas sólo come, cuando llores solo llora.

y una lista de pendientes le siguió a esa decisión: eliminar redes sociales, elimina lo no-esencial, elimina las ganas de ser alguien reconocido socialmente, elimina la necesidad de compartir tu vida como si fuera la mejor vida que cualquiera pudiese vivir, apaga el celular durante horas, sal a caminar por el placer de hacerlo y no para medir el número de pasos y de calorias, no acumules éxitos; vive, disfruta y suelta, no conviertas tu vida en un espectáculo a presumir.

ahora soy un hombre y no aparezco en ningún cuadro de honor, no gano reconocimientos ni me invitan a charlas públicas a montones. me conocen las plantas y los cactus, comparten conmigo sus dones, me conoce el sol, el cielo nublado cuando se desgrana sobre la tierra, me conocen unas cuantas personas y ahora prefiero mandarles un correo a usar el güats. todavía no logro que mi madre me conozca bien, todavía tengo miedo de que cuando me reconozca de verdad se decepcione al ver que no hay cuadro de honor; pero al menos me auto-reconozco y después de tantos años acumulados, ahora sólo quiero hacer de mi vida una vida que valga la pena tan sólo para mí y nadie más que para mí.

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