Marchamos al Palacio Rovira

Docentes se plantan ante el Palacio Rovira

No hace falta haber nacido en la Tierra sin Mal para comprender cómo funciona y opera el poder de la Renovación. Basta con hablar con la gente, prender la televisión, consumir medios locales y la cosa salta a la luz enseguida. El partido que maneja la provincia desde hace más de 20 años domina y manipula al pueblo misionero a través de una política de miedo y terror. Su “conductor”, Carlos Eduardo Rovira es idolatrado y venerado por su séquito de ñoquis y funcionarios que viven de la teta del estado.

Pese a que estamos a más de un mes de protestas docentes y a 10 días de un acampe que sigue creciendo, todavía hay grandes sectores de la sociedad que no se pliegan a los reclamos, aunque ellos estén padeciendo lo mismo que quienes se vuelcan a las calles: miseria planificada, tarjetas al rojo vivo, préstamos usureros, hambre y desengaño, tristeza e impotencia. ¿Por qué todavía vemos a muchos que prefieren quedarse en sus casas antes que salir a movilizarse con el resto del pueblo? La respuesta es sencilla: el miedo a la Renovación y sus aprietes.

Muchos colegas, amigos, amigas, vecinos, en fin, muchos misioneros y misioneras trabajan en alguna dependencia del estado bajo condiciones tremendamente precarias: con contratos que se renuevan mensualmente o semestralmente, muchos incluso con la renuncia firmada pero sin fecha, entre otras irregularidades. Hay infinidad de colegas docentes que son suplentes y son apretadas por las directoras bajo la excusa de perder el cargo y no conseguir nunca mas uno, porque en la Tierra sin Mal hasta para acceder a un cargo docente tenes que ser amigo de alguien para que eso facilite las cosas. Se suponía que la docencia tenía entre sus “virtudes” la estabilidad laboral pero aquí ni siquiera eso: la Política del Terror que aplica la Renovación con el docente genera que este tenga que agachar la cabeza siempre, en todo lugar y en todo momento.

Hablo por la docencia porque es lo que más conozco pero esto aplica a todos los empleados estatales. El “conductor” tiene un ejército de buchones e idiotas útiles que se encargan de patrullar redes sociales pero también círculos sociales en la vida real, es decir, fuera de Internet, para escuchar o percibir qué dicen o qué hacen los empleados honestos. Por eso es que en el acampe docente muchos colegas se sienten vigilados y están atentos a los infiltrados de la Renovación, tal como pasó el último jueves en la Legislatura donde un ejército de servicios policiales y de la Renovación se dedicaron a una cacería fotográfica.

Estos buchones e idiotas útiles están todos entongados en distintas ramas de la administración pública, cobrando un poco más que el miserable empleado provincial, pero regodeados de la línea sucesoria del señor feudal. Eso los hace sentir que están en un estamento superior de la sociedad misionera, mirándonos a todos desde arriba, pero no son más que boludos autóctonos que solamente saben ubicarse en el poder pero no aportan nada de valor a nuestra sociedad, sino más bien representan otro eslabón más del entramado de corrupción misionerista.

idiotautil

La famosa “Renovación NEO” que a estas alturas debería llamarse Renovación neoliberal es la más clara expresión de esto: un grupo de jóvenes entongados, algunos más ricos que otros, como el vicegobernador que maneja una camioneta que ningún docente podrá comprar jamás en su perra vida. Pero claro, es el vicegobernador, digamos que su billetera es más abultada que cualquiera de los boludos que aplauden sus publicaciones en Instagram. Es muy fácil detectarlos, porque si uno entra a las redes sociales de funcionarios o entidades gubernamentales de Misiones (llámese Canal 12 o Silicon) vera que el 80% de las publicaciones son puteadas y las restantes son aplausos. De ese 20% que aplaude, la mayoría son funcionarios renovadores de dudosa capacidad y una minoría restante militantes neoliberales que están esperando que se abra algún contrato del Consejo General de Educación. O sea, digamos, militantes rentados con el hambre de pueblo misionero.

Frentealpalacio

Una vez un gobernador dijo que el pueblo misionero era manso. Lo dijo como virtud. Es una virtud para ellos, que viven en la opulencia total. Carlos Rovira, el conductor, vive en una mansión digna de un pequeño señor feudal de la vieja europa medieval. Y al igual que los señores feudales, posee una guardia de corps, guardia pretoriana, o el ejemplo histórico que más les guste. ¿Cómo puede ser que quien es actualmente un simple diputado provincial de una de las provincias más pobres y atrasadas del país posea semejante guardia policial constante? Ni siquiera el presidente de la Nación en su quinta de Olivos, o el gobernador de Buenos Aires en su residencia posee una custodia 24x7 de esas características. Dicha guardia es más digna de mafiosos del estilo de Pablo Escobar y no de, repito, un diputado provincial de una olvidada provincia del país.

Esto explica por qué un sector de la sociedad misionera no se mueve. Tienen miedo. Tenemos miedo, porque me incluyo: de a ratos me agarra esa sensación. A veces pienso, y seguro que muchos otros también, que si se van los medios nacionales, si esto se calma porque la policía arregla, ¿que nos va a pasar a quiénes nos expusimos, que pusimos el cuerpo, la cara, nuestras redes, que salimos a la calle? ¿Se vendrá la hora del escarmiento?

Ayer una centena de docentes se movieron hacia el Palacio Rovira y fueron recibidos por la guardia pretoriana del Patrón del Mal. Hubo un jefe del operativo que tuvo que hablar con los compañeros para pedirles que se retiren, lo cual hicieron, porque realmente se tenía miedo de que vuelen balas de goma y reales también, porque habían efectivos que calzaban armas de fuego. Decidieron retirarse, y luego de eso, el señor feudal bloqueó con una decena de camionetas todas las calles para que nadie ingrese, desplegando también un montón de efectivos policiales, de civil y seguramente también idiotas útiles patrullando las redes sociales.

Cuando necesito sacar fuerzas en momentos de dificultad e incertidumbre me gusta decir una oración de una antigua orden religiosa que de tan antigua que es ya se perdió en las arenas del tiempo:

No debo tener miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.

rovirista

El miedo no nos puede ganar. Ayer, discutiendo con colegas, algunas compañeras me decían que esto era exclusivamente una lucha docente. No, no es una lucha docente. Los docentes somos una de las tantas tacuaras en este tacuaral popular. Es una lucha del pueblo misionero, de esa mayoría silenciosa que lentamente se despierta tras 20 años de política de terror y miseria planificada. No podemos tolerar vivir con miedo ni sobreviviendo con las migajas que el señor feudal nos larga para conformarnos a base de reviro y terror planificado. Todos nos estamos jugando nuestros trabajos pero fundamentalmente nuestra dignidad humana en esta lucha: me gustaría decir que estamos jugando dentro de la Ley, pero para ellos, que viven en el medioevo, los derechos constitucionales no existen. Si todos nos la estamos jugando, ¿vos que estás esperando? Una vida rebajada a la más miserable de las existencias, donde no valemos como ciudadanos, ni como personas, no puede llamarse vida.