Auroras y otros fenómenos

Hace unas semanas sucedió un fenómeno nunca visto en estas latitudes: unas auroras boleares (¿se pueden llamar así cuando suceden más al sur de lo habitual?). Tiñeron el cielo de tonos rosas y verdes en mayor parte de la península con tan mala suerte que yo me lo perdí. A día de hoy no estoy segura de si llegaron hasta aquí y si así fuese no estoy segura de que se pudiese contemplar en una ciudad con más o menos contaminación lumínica porque por escasa que sea haberla hayla. En cualquier caso, es una de esas cosas de las que debe dar gusto disfrutar una vez en la vida. Por lo contrario de lo que si que he disfrutado, o no, es de la calima, otro fenómeno que nunca había llegado hasta aquí y que es menos amable porque cuesta respirar y según la intensidad cuesta hasta ver. Recuerdo un día que tuvimos una calima tan fuerte que las calles parecían un paisaje marciano completamente. Daba hasta miedo. Después había arena en las aceras y por supuesto, en los coches. En estos casos se agradece tener mascarillas a mano, ya que es bastante molesto. Otra cosa que me perdí fue el asteroide (o meteorito) que cruzó la península como si fuese una estrella fugaz y que por suerte cayó en el mar (aunque también pienso en los pobres peces que posiblemente sufrieron el impacto). Pero bueno, siempre nos quedan las lluvias de estrellas.

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No suelo salir mucho a comer fuera, nunca lo he hecho más allá de ir al típico restaurante de fast food, pizzería,...de uvas a peras. Sin embargo, últimamente se ha convertido un poco en una costumbre el hacerlo también de vez en cuando aunque a otros lugares distintos. Cuando salgo con amigos siempre acabamos en el restaurante asiático, pero cuando lo hago con la familia me adapto al menú mediterráneo, también me gusta, pero es prácticamente lo que consumo a diario. Precisamente es en estos últimos restaurantes donde me he dado cuenta de hay escasa oferta de platos vegetales (se les puede llamar vegetarianos, veganos,...). Si hay suerte algunas cartas ofrecen sus ensaladas de la casa, verduras a la plancha y gazpacho andaluz en la temporada estival. Es algo que hecho de menos porque a veces acabo harta de comer carne (incluso pescado) y si hay opción vegetal la prefiero. ¿Manías? puede ser. Cuando sucede esto, pienso en que tal vez somos un país más carnívoro de lo que nos gusta reconocer, al menos en la práctica lo es. Aún así tal vez me muevo por una de las zonas menos carnívora de la península porque aquí somos más de arroces y salazones.

EFM