¿Vale la pena escribir?

Los inicios

Esta es una pregunta que me hago con más frecuencia de la que debería. Estuve enfrascada en acabar una novela corta durante demasiados años. Al final lo hice, sin embargo tras reflexionar llegué a la conclusión de aquella experiencia me agotaba psicológica y físicamente y eso que solo era un borrador. Sencillamente me quedé sin fuerzas para completar el proceso (correcciones y demás), aun menos para repetirlo con frecuencia.

Nadie leyó ese primer borrador porque lo guardé en un cajón y por supuesto que nunca lo publicaré. Las cosas que escribo se me suelen olvidar. Además, aunque me gustase quizá no me sentiría del todo identificada y me aterraba la idea de cualquier acto publico donde pudiese presentarla (en un hipotético caso de publicación convencional).

Así pues, este proyecto se quedará para los restos como un logro personal.

Esto sucedió en una época no muy lejana en la cual escribir (y por lo tanto publicar) se había convertido en una carrera de fondo. Ya no valía solo con publicar una novela cada cierto tiempo, para mantenerse visible entre los lectores había que publicar al menos una novela al año, mejor si eran dos. El algoritmo manda y sigue mandando en las redes sociales generalistas y si no te ven desapareces.

Por si fuera poco, ya no bastaba solo con escribir. Para llamar mínimamente la atención de las editoriales (o los lectores en el caso de ser autopublicado) debías exponerte creando contenido en las redes sociales creando vídeos en Youtube, Instagram y Tiktok porque ya no servía la palabra escrita. Debido a esto muchos escritores empezaron a usar estos medios con más frecuencia.

Si bien es cierto que algunos de estos primeros blogers de la blogsfera dieron el salto al mundo editorial, en parte gracias al número de seguidores que tenían.

Las editoriales vieron un filón en ellos, ya que se ahorraban el marketing al ser ya conocidos.

Una editorial pequeña no se puede permitir el marketing y las grandes son de la cofradía del puño cerrado cuando se trata de promocionar a sus autores (y cualquier otra parte del proceso editorial, ya que están).

Supongo que así nacieron los primeros influencers literarios.

La transformación

Al mismo tiempo que dejé de escribir empecé a aprender a dibujar en serio.

Ya dibujaba antes, sin embargo, nunca he sido constante debido a que me frustraba con frecuencia al no ser capaz de alcanzar los estándares que se suponía que debía tener un dibujo.

En este proceso aprendí dos cosas: la primera es que los cuadernos son tus amigos, ten siempre a mano uno y la segunda es que ya tenía mi estilo, solo debía pulir algunas cosas y aprender algo de narrativa visual para que no hiciera daño a la vista.

Otra cosa que aprendí era que tus dibujos tenían que hablar de mi.

Dibujar me estaba dando algo que escribir no me había dado (o no supe encontrar en ese momento) y era conectar conmigo misma.

Por otro lado, en esta época empecé a desconectar de literatuiter. Tampoco es que hubiese sido un miembro activo en la comunidad, ya que mis gustos literarios no solían coincidir con la moda de turno, pero tenia un grupo de escritoras con las que tenia cosas en común y sigo manteniendo el contacto con ellas.

Entonces descubrí la editorial Errata Naturae, los álbumes ilustrados (los infantiles y los que eran para lectores adultos) y Duermevela daba sus primeros pasos. Leí poesía, ensayos, libros infantiles, juveniles,...y digamos que mis horizontes no solo abrieron si no que además había encontrado por fin el nicho literario donde me sentía bien.

Otra cosa distinta es escribir.

¿Pero vale al pena escribir?

La verdad es que al final he seguido escribiendo igualmente. Solo he cambiado la forma de hacerlo y lo más importante: conociendo mis límites.

Sin embargo, creo que estamos en una época un tanto extraña para hacerlo. No solo porque esa presión mediática se ha intensificado, algunos catálogos editoriales están saturados de novedades mensuales y ahora además hay personas que escriben con IAgen (o con su ayuda) para acelerar este proceso (mejor no me meto en este berenjenal porque no acabaría).

Quizá se nos ha metido en el imaginario colectivo que hay que escribir novelas sin tener en cuenta de que quizá hay otras formatos donde explorar que son igual de válidos.

Si vale la pena escribir o no en tiempos de la IAgen es una decisión personal.

Puedes escribir para ti misma sin ninguna pretensión y no hay problema con eso.

EFM

Gracias por leer