Cinco años de cybercirujeo
A fines de diciembre de 2018, estando ya de vacaciones escolares y viviendo en un palacio de 27 m² en pleno Congreso contemplé una situación que me pareció horrorosa. Salía del ascensor y delante mio una vecina del edificio se iba con un gabinete entre las manos: vi como ella simplemente soltaba la máquina y la dejaba caer en la vereda con el estruendo propio de la chapa noventosa de una buena computadora de formato horizontal. Demoré la llegada a lo de mi amigo para levantar ese cacharro, que resultó ser una gloriosa 486, muy parecida a la primera compu que hubo en casa. Lamentablemente, el HDD no andaba y no tenía otro para probar. Pero bastaron solo unos días para que consiga el repuesto: las grandes urbes son un cementerio de basura electrónica que se apila, se oxida y se desguasa a la vista de todos.
Con un disco y más RAM cirujeada pude revivir esa 486, ponerle un D.O.S, instalarle DOOM y un par de juegos más de la época. Eso me hizo pensar que tal vez podríamos sumar retrocomputadoras rescatadas de la basura a los eventos que se venían haciendo en el Teatro Mandril. A mi amigo Herni le copó mucho la idea y supongo que entre charlas, birras y arcades surgió el nombre “cybercirujas”, una conjunción de dos términos maravillosos: el cirujeo clásico de la Argentina más el concepto cyber con “y”, no con “i”, ya que no solo refiere al concepto de “cyber”, esos espacios de socialización de la Internet y los videojuegos post 2000s sino también mezcla obviamente los conceptos de cyberpunk y cyberespacio. Así fue que en alguna Muere Monstruo Muere Monstruo Muere de enero o febrero del 2019 apareció por primera vez la idea de Cybercirujas’Club, un espacio donde socializar tu retrotecnología alejada completamente del concepto de mercantalización de lo antiguo y el rescate de equipos que pudieran seguir batallando en uno de los frentes más bastardeados por el sistema capitalista: la búsqueda del ocio.
Durante ese 2019 nos fuimos sumando a movidas en la Muere Monstruo Muere, así fue que conocí a Vlas y a Zelmar, quienes en una fecha montaron un nextcloud (una nube como google drive) al cual podías acceder desde un wifi y te permitía descargar software y libros piratas. En paralelo, venía indagando en la movida de selfhosting y puntualmente en la reutlización de equipos antiguos para brindar servicios web. Me hice de una Mac Mini G4 y una i5 de 3ra generación en el cual monté distintas aplicaciones para satisfacer algunas necesidades de cómputo y no depender de los servicios de Google u otros. Se iba gestando, de esta manera, una forma de pensar un hacktivismo, una militancia tecnopolítica que cuestionaba los hábitos computacionales que teníamos naturalizados. Fui conociendo así a distintas personas en el cyberespacio que pensaban y accionaban parecido. Proyectos como Disroot, que ofrece servicios de mail y nube sin trackeo ni robo de información, o también Undernet.uy, en menor escala pero también de forma completamente autogestiva y cyberciruja. Ese año también tuve la suerte de participar del documental “Videojuegos sobre ruedas”: viajamos hacia Córdoba y allí pude conocer en persona a mi actual amigo ̣Nicolás Wolovick, cyberciruja y computologo.
Nico es docente y al igual que yo, militante a ultranza del software libre. Estos dos hechos hicieron que durante la pandemia del 2020 nos preguntemos muchas cosas. ¿Qué pasa con nuestros alumnos o conocidos que necesitan una computadora para trabajar y/o estudiar en este contexto?¿Cómo que tienen una compu pero no la pueden usar porque el sistema no responde?¿Por qué tenemos conocidos con laptops o PC’s usables cajoneadas sin usar? Ambos, él desde Córdoba, yo desde CABA, comenzamos a ver cómo colaborar con quiénes precisaban equipos y, además, hacernos de repuestos o de desguaces, ya sea porque los encontrábamos en la calle o porque nos los hacían llegar. Así fue que aquella idea de Cybercirujas, que surgió puramente desde el ocio, luego se encaminó hacia las ideas del selfhosting y la soberanía de cómputo, finalmente terminó sumando una militancia territorial que aunaba el derecho a reparar y la lucha por disminuir brecha digital. Todo esto hizo que durante ese año diésemos unas charlas en YouTube, organicemos el grupo de Telegram y comenzáramos, ahora sí, a gestar una verdadera Comunidad Organizada.
Como se habrán dado cuenta, la idea de Cybercirujas fue creciendo muy rápidamente y sin demasiada organicidad. Muchos medios se hicieron eco de nuestras acciones y así más gente se fue enterando. Nico desde Córdoba fue juntando gente, yo desde CABA, y luego se fueron sumando gente de Rosario, Santa Fe y de distintas partes siempre bajo un mismo paraguas: la lucha contra la obsolescencia programada como un puntal político, pero también, la experimentación tecnológica y la conquista del ocio en nuestros eventos de El Club del Cybercirujeo.
Para nosotros la obsolescencia programada no consiste solamente en reparar una computadora para darle sobre vida, sino más bien es el basamento para desplegar muchas ideas que teníamos dando vueltas. El mercado del cómputo es el más redituable del mundo: si en el siglo XX los dueños del globo eran los industriales, hoy lo son los oligarcas del dato encarnados en figuras como Elon Musk o Jeff Bezos. Estos tecnocratas manejan la vida digital de miles de millones de personas en el globo y son quienes dictan cómo tienen que ser los dispositivos que navegan esas redes de datos privadas. Hay un circulo vicioso entre prestadoras de software y fabricantes de hardware, en las cuales todas ganan menos los consumidores. Tampoco gana nuestro planeta que debe soportar un nivel de extractivismo y depredación brutal para poder mantener un modelo de “úselo y tírelo”. Es por eso que Cybercirujas se transformó, indefectiblemente, en un espacio de accionar completamente político. Arreglar una computadora o juntarse con amigos a reparar algo no es, necesariamente, una acción cyberciruja. Cybercirujas plantea mostrar lo político dentro de la tecnología: que tengamos que cambiar de celular cada 2 o 3 años, que sean las mujeres quienes más se acercan a pedirnos equipos, que encontremos computadoras funcionales en basurales, que la sociedad naturalice el espionaje o el monopolio de servicios informáticos, que no polemicemos sobre la tecnología, que no veamos el descalabro ecológico que genera el mercado de celulares; todo eso y mucho más dan cuenta de la acción política de cybercirujas.
En estos cinco años hemos crecido como comunidad enormemente. Hemos entregado cientos de computadoras. Hay células cybercirujas actuando en el territorio de CABA, La Plata, Rosario, Santa Fe, Córdoba, Posadas, se está gestando una en Bariloche y cada tanto nos escriben para sumarse en otras partes del país. Logramos hacer nuestro 1er Encuentro Federal. Nos hemos posicionado como referentes dentro del hacktivismo territorial en la región. El motor de todo este movimiento no es otro más que el tecnoempoderamiento de la sociedad civil. Siempre hablamos con Nico que debemos desterrar para siempre el “no entiendo de computadoras”. No se trata de ser un hacker, se trata de comprender el mundo en que vivimos. Recién ahora con el ascenso del Presiduende, que fue ampliamente favorecido por el gran oligarca del dato Elon Musk, muchos comienzan a caer en la cuenta de la importancia de cuestionar los sistemas de cómputo, de dejar de naturalizar todo lo relativo a la tecnología. Quienes venimos del software libre hace mucho tiempo estamos cuestionando estas cosas, pero es cierto que el mundo linxuero siempre quedó relegado a un nicho cerrado y bastante tóxico.
Cybercirujas busca todo lo contrario. Necesitamos que la sociedad civil se tecnoempodere. Precisamos que se hagan carne propia los debates tecnológicos, es urgente que dejemos de naturalizar todas esas cosas y es una obligación moral de parte de quienes tenemos ese conocimiento, bajarlo a las bases, militarlo en el territorio de la forma que sea. El mundo del software libre y sus comunidades tradicionales quedaron estancadas: debemos buscar nuevas formas de territorializar estos debates. Cybercirujas lo encontró de una manera muy simple: reducción de la brecha digital mediante el derecho a reparar empleado por una Comunidad Organizada pero sin desligar el derecho al ocio, porque los eventos festivos y nocturnos que hacemos no solo son un laboratorio de experimentación tecnológica sino también son parte del derecho a ser felices. Así que ya saben… cybercirujas del mundo, ¡uníos! Y si necesitaban una excusa para brindar hoy, ya la tienen. Feliz cumpleaños, querida comunidad.